" LA SOBERANÍA NACIONAL" PUBLICÓ ÍNTEGRAMENTE EL ARTÍCULO DEL DR. PUJADAS, APARECIDO POCO ANTES EN " LA RAZÓN DE LA SINRAZÓN"
Mi agradecimiento al Dr. Oscar Martínez Azumendi, por la gentileza de facilitarme estas interesantísimas páginas.
Me limito a reproducir el texto del Dr. Antonio Pujadas y Mayans, fundador, propietario y director del "Instituto Manicómico de San Baudilio de Llobregat", en julio de 1865. Comprobará el lector que la parte final es distinta a la publicada 18 años más tarde en "La Vanguardia", que he copiado en post colgado en este mismo blog, con fecha 22 de marzo de 2009 ( http://jovencam.blogspot.com.es/2009/03/la-novia-del-sol-o-del-manicomio-de-san.html)
" De nuestro apreciable colega La Razon de la sinrazon, periódico radactado por los señores pensionistas del manicomio de San Baudilio del Llobregat, tomamos el siguiente artículo , que juzgamos verán con gusto nuestros lectores.
CASO PRÁCTICO
LA NOVIA DEL SOL
En el manicomio de San Baudilio del Llobregat se recibió para su curación, cinco años hace, una señora cuya manía era singularísima.
Se creía ser la novia del sol.
Se trata de una enferma joven, de fisonomía simpática, de semblante risueño y maneras atractivas.
Decía que el sol y ella se habían dado palabra de matrimonio en un hermoso día de otoño, en el que su resplandeciente disco se cubrió con un manto de caprichosas nubes, con objeto sin duda de impedir la emoción repentina de su amada. Después de este día se creyó la enferma que pertenecía al sol y que este era su propiedad. Había sentido sobre el dorso de su blanca mano el beso abrasador del que creía su esposo, y desde entonces sólo vivía para él. El sol era su júbilo y su gloria, y se creía dichosa. ¡Pobre mujer!. Se levantaba en el mismo momento en que su risueño amante esparcía por la atmósfera desde el cielo sus primeros rayos; su mirada estaba fija en su esposo, mientras ascendía sobre el horizonte, y le saludaba como el pájaro le saluda con sus trinos, como el río con sus murmullos y como la rosa con sus perfumes.
Cuando más la naturaleza esparcía en todo su esplendor, más sereno estaba el cielo, más risueña parecía la creación a la salida del sol, la pobre loca era más y más feliz. ¿Por ventura no era su esposo divino el que esparcía la luz y el calor por todas partes?. ¿No era el mismo que representaba al rey del mundo?. ¿Acaso la pobre enferma no había pasado toda una noche de delirio en los brazos de su esposo, el vivificador de la creación divina?. El espíritu del mundo era el espíritu de la pobre loca. El que es el alma del mundo era también su alma.
De esta manera, en medio de un éxtasis perpétuo, casi divinizado, seguía la pobre enferma cada paso del sol, recogía cada uno de los átomos de sus rayos, y cuanto más el sol ascendía sobre el firmamento, más y más aumentaba su poético entusiasmo. Apenas podían los directores del Manicomio lograr de la enferma el que invirtiera el tiempo necesario para sus comidas. Tan grande era su obcecada pasión celeste , que para lograr que tomase el alimento necesario, era preciso decirla que su divino consorte había calentado aquellos manjares, fructificando el trigo para el pan y madurando los fruto, sólo de esta manera se creía la pobre loca con el derecho de sentarse á la mesa, cuyos manjares el sol había de antemano fructificado en sus diurnos viajes. Cuando se desayunaba, adoraba el sol, vertiendo en honor suyo unas gotas de la leche que tomaba, como un presente de holocausto.
A la caída de la tarde, cuando los rayos luminosos iban á ocultarse bajo del horizonte , la tierna esposa del sol quedaba inquieta , tanto como puede quedarlo la pobre mujer del pescador de ballena, cuyo marido se ausenta por algunos meses, y cuya inquietud crece con el rugido de las olas.
¿Qué será de mi esposo ? decía la loca. ¿Si le sucederá alguna desgracia en su camino? ¡Gran Dios!. Poco á poco el sol desaparecía cediendo su lugar á la noche . Entonces la enferma cruzaba sus manos sobre su pecho, y con un tono misterioso y suave decía al esposo: ¡Espérame! ¡espérame!. Y caminaba precipitadamente á su habitación, porque no quería hacer esperar al sol.
¡Locura singular y feliz!. ¡Amable delirio!. ¡Creerse con el alma relacionada con el cielo por un rayo de sol!. ¡No conocer otra pasión más que un cielo sereno!. No tener otro temor que el de las nubes que suelen cubrir el astro del día!. En una palabra, ¡ser dichosa cada vez que la naturaleza lo es!. Abrir su alma al suave calor como lo hace la tierra y recibir su benéfica influencia, cantar á media voz un cántico á su amor y no tener celos de otra cosa sino de las flores del campo; tal fue la vida de esta pobre loca durante diez y ocho meses que estuvo en el Manicomio.
Esto no quiere decir que nuestra enferma dejára de tener de vez en cuando sus contrariedades, que sentía y apreciaba en su justo valor, como si hubiera estado en completa razón, porque apenas llegaba el invierno y veía en la fisonomía del sol que su esposo iba palideciendo como temblando sobre la escarcha helada y la blanca nieve, se ponía triste y meditabunda, como si fuera un joven tierno y herido por el amor.
Al instante mismo que observaba esta inmensa gloria oscurecerse por espesas nubes, como sucede a los grandes hombres de la tierra cuya envidia oscurece su gloria, entonces la desgraciada loca se constituía en la más triste de las criaturas humanas, sin reposo, sin la sonrisa asomar á sus labios, sin oírsele el menor canto, sin regocijo en su alma. ¡Quién no ve á su esposo débil, y que tembloroso desde lo alto, descansa su fatigada cabeza sobre la cúspide de las montañas cubiertas de hielo!. ¡Cuán largos y pesados parecían los días de invierno á nuestra triste enagenada!. Los pasaba en medio de un sufrimiento real é increíble; era una verdadera enfermedad de amor como la experimentan de siglo en siglo las compañeras privilegiadas de muchos grandes hombres desgraciados.
Cuanto más su objeto amado era deslumbrador y se levantaba majestuoso sobre la tierra, tanto más impaciente se resignaba a la desgracia de haberle visto humillado, oscurecido, tembloroso, casi desconocido y cautivo. Todo esto se asemejaba al dolor de la madre del grande Emperador cuando vió a su hijo encadenado en una peña en medio del mar. Pero el dolor de esta noble madre, que hemos visto espiar en medio de las ruínas de la antigua Roma, fué diferente, porque fué un dolor eterno: su astro caído no debía levantarse jamás.
El sol es más afortunado: su derrota es pasajera, fácilmente atraviesa las más espesas nubes, es vencedor y reaparece. Aquí está. El sol tiene dos veces sus cien días cada año; hablamos del sol de España. Así era que cuando en la primavera la pobre loca del Llobregat hallaba á su esposo tal como le había dejado en el mes de Mayo, cuando le vía más resplandeciente que nunca y todas las hojas de los árboles brillando á su vista como la chispa debajo del martillo del herrero; entonces el suave goce renacía en el corazón de nuestra pobre enferma; entonces era cuando ella dejaba el luto, se engalanaba con su traje más elegante y cantaba sus más dulces himnos. "¡Regocijaos sobre el cielo y la tierra, regocijaos, decía, vosotros los astros del firmamento y las olas del mar!. Vosotros los ángeles del cielo y los hombres de la tierra, regocijaos!. Mi esposo, el sol estaba enfermo, ya está curado, estaba ausente, ya está de vuelta". En efecto, la naturaleza entera obedecía entonces á la pobre loca y se regocijaba ; el esposo había regresado.
Esta bienaventurada locura duró dos años antes que pudiese curarse. Al ingresar en el Manicomio hacía seis meses que la sufría.
¡La enferma era tan dichosa, que curarla de su dicha casi parecía un crimen!. Tres años han transcurrido desde que la esposa del sol se halla, sin embargo, curada. Su repentino restablecimiento fué tan tierno como todo el curso de su enfermedad. Se verificó en un hermoso día. El sol estaba en su zenit, su calor era suave y benéfico, esparcía sobre la tierra y sobre su amante los más puros y radiantes rayos. La esposa del sol, sentada sobre la verde yerba, debajo de una copuda acacia, estudiaba el curso de su augusto esposo en el cielo. Jamás el corazón de nuestrta desquiciada se había hallado tan saturado de amor, jamás su mirada había sido tan tierna y penetrante. Nunca jamás su ensueño ó ilusión se encontró tan cerca de la realidad. Parecía que estaba en completa comunicación con el astro del día ; jamás había tenido para él una mirada tan penetrante, así como tampoco el sol parecía haberla tenido por ella.
Febo marchaba lentamente paseando sus rayos sobre el campo azul de lo infinito, sin duda para tener tiempo suficiente de ver á su su esposa arrodillada adorándole, pero ¡oh cielo! de improviso este vivificador poderoso de la naturaleza se detiene y se perturba y desaparece de repente , no como de costumbre, por grados, en el límite del horizonte, después de haber sacudido el brillante polvo de su ropaje inmenso, sino ocultándose súbitamente, escondiendo sus cabellos de oro y haciéndose invisible á todos los mortales. ¿En dónde está?
¡Si, si, exclamó la loca; mi esposo se halla en casa de mi rival!. ¡Si, me es infiel!. ¡Si, vedlo allí que ha desaparecido durante el día y ya no vendrá durante la noche!. Como nuestra enagenada sólo vivía para poder ver el sol en su carrera diurna, para esperarlo durante la noche, y saludarlo á la aurora, así como para cantarle en la primavera, admirarle en verano, bendecirle en otoño, llorarle en invierno y amarle en todas las estaciones, la pobre loca, al ver que desaparecía súbita y bruscamente, sin saber á dónde había ido, ni menos si volvería , su imaginación se exaltó hasta el infinito, y entonces fué más dichosa de improviso, verificándose una especie de metamórfosis en sus sentidos, efecto sin duda de la fuerte emoción que experimentaba de desesperación celosa, y repentinamente quedó curada.
Todo esto pasaba durante el eclipse total de julio de 1860, de tal suerte , que al terminarse la interposición de los astros, terminó la enfemedad. ¿Tendría por ventura, alguna influencia física en aquel cerebro el acontecimiento celeste que acababa de verificarse?. Estamos por la afirmativa , porque apenas había transcurrido un segundo desde que el sol se había separado de su inocente conjunción lunar y proseguía tranquilo su carrera, cuando aquella especie de drama que había durado dos años, quedó terminado. Y el inmortal esposo, poco antes objeto de una violenta alucinación amorosa, iluminó ya con sus rayos á la que le adoraba, completamente restablecida en sus facultades mentales, dejando de ser el esposo idolatrado , para constituirse únicamente en lo que es para todos los mortales.
Pujadas. " (1)
(1) LA SOBERANÍA NACIONAL . LECTURAS DEL HOGAR. SEMANARIO. Madrid, Domingo, 23 de julio de 1865. Número 210. Páginas 7 y 8.
2 comentarios:
Nada que agradecer, Joan.
Si hay dos cosas que tenemos que agradecer a Internet son: la accesibilidad del conocimiento que nos permite, así como el espíritu de colaboración que favorece, para entre todos seguir profundizando en nuestras aficiones.
Un cordial saludo y muchas gracias por el blog, del que yo ¡también me aprovecho!
Ya sabe Vd., Dr. Martínez Azumendi que , precisamente por estas mismas razones, quedo a la recíproca.
Muy cordialmente.
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