El psiquiatra Juan Sánchez Vallejo ofrece en el libro, sus traumáticas experiencias como médico-alumno durante la época franquista, una visión macabra y espeluznante del oscuro mundo de los manicomios de aquella época.
Portada del libro de Juan Sánchez Vallejo, que se formó como médico y psiquiatra en la década de los años 60 y 70 del siglo pasado en la Universidad de Sevilla y en el Manicomio de Miraflores, donde comprobó cómo el régimen utilizó también los hospitales psiquiátricos para encerrar de por vida a muchos republicanos que podían causar molestias.
La asistencia psiquiátrica durante el franquismo, era "pervertida y deshumanizada", y estuvo marcada por una "sordidez extrema", en palabras de Juan Sánchez Vallejo, médico psiquiatra, que ha escrito el libro "La locura y su memoria histórica" (1), en el que analiza la evolución de la especialidad en España, desde el franquismo hasta la actualidad, al tiempo que recuerda a las personas con enfermedad mental a quienes la dictadura arrinconó en manicomios como deshechos humanos desprovistos de derechos.
Formado como médico y psiquiatra en la década de los años 60 y 70 del pasado siglo en la Universidad de Sevilla y en el manicomio de Miraflores, comprobó cómo el régimen utilizó también los hospitales psiquiátricos, para encerrar de por vida a muchos republicanos que podían causarle molestias.
Recuerda Juan Sánchez la importante influencia académica y profesional de Antonio Vallejo Nájera, director de los servicios psiquiátricos del Ejército, que importó de Alemania las demenciales técnicas nazis para detectar y desactivar el inexistente "gen rojo" sobre mujeres republicanas, promoviendo la separación de los hijos de sus madres, su ingreso en orfelinatos y su posterior adopción por "familias de orden", para evitar de esta manera la propagación generacional de una "ideología contaminada".
Sostiene que la psiquiatria evolucionó poco en España por culpa del franquismo, que impidió a través de su estructura de poder universitario, que penetraran las modernas corrientes internacionales que entroncaban la enfermedad mental con el contexto social, frente al biologismo imperante que se apoyaba en los hospitales psiquiátricos para aparcar a los enfermos, tranquilizarlos y desactivarlos como personas mediante cruentos tratamientos -- lobotomía, electroshock, coma insulínico, abscesos de trementina, etc. -- y de atiborrarlos con potentes fármacos.
Considera que el sistema manicomial era lo más parecido a una condena de por vida, por no hablar de "una muerte en vida", precisando que era peor que la cárcel, de donde se acaba saliendo y no se pierden los derechos. De ahí que no resultara extraño que el régimen se aprovechara de ese oscuro túnel del sistema manicomial, como instrumento complementario de represión política. Otro más, pero con la ventaja de dejar a los elementos molestos desactivados para siempre hasta su muerte, convirtiendo a opositores marginales en locos irrecuperables.
Durante su dura experiencia como médico alumno en prácticas de psiquiatría, en el manicomio sevillano de Miraflores, que en los años 70 del siglo pasado vegetaban entre 1200 y 1500 enfermos mentales, pudo comprobar no sólo que muchos asilados carecían de ficha, " como si no existieran", sino que había un nada despreciable porcentaje, nunca inferior al 10 por ciento de fichas, con la casilla del diagnóstico en blanco.
Mosqueado por este hecho -- escribe textualmente en el lbro -- le pregunté a uno de nuestros profesores adjuntos de cátedra por aquel detalle, aparente menor y que, inicialmente, atribuí ingénuamente a algún descuido en la transcripción de la historia clínica. Pero la respuesta recibida le dejó helado. El profesor le vino a decir que no tenían diagnóstico porque no entraron al manicomio como enfermos, sino como medio delincuentes y medio marginados del otro bando de la Guerra Civil española, y que los habían metido allí por no saber a dónde llevarlos. No estaban locos, eran sencillamente republicanos, pero los encerraban en el manicomio. Te lo decían ellos, explica Sánchez Vallejo, que recuerda a uno que le comentó: "Mire usted, yo estaba vagabundeando porque no tenía dónde caerme muerto. Un día la Guardia Civil me recogió, se enteró de quien era, de cuál era mi ideología y me trajo aquí. Y aquí llevo veintitantos años".
La paradoja, lamenta el autor del libro, es que la dictadura se sirvió de la legislación republicana de encerrar, de por vida, a esos opsitores en situación personal marginal y para desactivarlos como personas. Concretamente, del decreto sobre asistencia a enfermos mentales del año 1931, que permiten internamientos manicomiales gubernativos, un mandato de un alcalde o comisario, o simplemente por indicación médica o familiar, así como la tristemente famosa Ley de Vagos y Maleantes de 1933. Es decir, normas que fomentaron la discrecionalidad y el abuso, arruinando la vida de miles y miles de españoles.
Juan Sánchez Vallejo se vió obligado a emigrar, y tuvo que buscarse trabajo fuera del ámbito territorial de Andalucía, hasta que se estableció, a comienzos de los años 70 del siglo pasado, en el país vasco. ¿El motivo?. Explica que fue represaliado, junto con otros compañeros de profesión, por las autoridades académicas de la Universidad de Sevilla, por haberse atrevido a fotografiar -- con las distintas complicidades de algunas monjas enfermeras -- y a denunciar públicamente, el trato inhumano y vejatorio que sufrían los enfermos mentales asilados en el manicomio de Miraflores.
(1) Sánchez Vallejo, Juan. "La locura y su memoria histórica". Ediciones Atlantis. Primera edición: Septiembre de 2013. Madrid.
1 comentario:
Me interesa saber las terapias, medicamentos, procedimientos y actuaciones que se impartían desde el año 1976 hasta 2016, asimismo dentro de ese período el mayor tiempo de reclusión de las pacientes más controvertidas.
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