Revista "EL ESCÁNDALO", que en su edición del día 25 de febrero de 1926 publicó, en su portada y un tercio de la siguiente página, el reportaje que les he hecho llegar en cinco entregas.
Continuación, y última, de las cuatro anteriores.
" LA MUJER QUE MUERE CADA NOCHE
-- ¡ Cómo está usted, doña Ana ! -- pregunta la superiora a una mujer alta, gruesa, entrada ya en años.-- ¿Está usted mejor?
-- Si, gracias. hoy estoy un poco más aliviada
-- Anímese, mujer, anímese. ¿Ha tocado el piano hoy?
-- No, hoy no, señora
-- Pues hágalo
La enferma se sienta ante el piano. Sus dedos, largos, finos, que denotan un brillante pasado, acarician el marfil del teclado. Después va impulsando las teclas y por fin, con agilidad insospechada en persona que tiene un hablar lánguido como de cansancio, nos regala los oídos con una improvisación musical
-- Esta mujer -- me dice la " hermana " -- hace tres noches que está en periodo agónico
-- No lo parece
- No, claro. Es su manía. Se muere cada noche y sólo se tranquiliza por el día
-- Tiene aires de inteligente
-- Es persona educadísima e instruida. Muy pacífica y muy buena. Se hace querer por todas
-- A saber que tendrá -- digo
-- Está loca -- contesta la monja
-- Con los antecedentes que me da, ya lo supongo. Porque hay que suponer, "hermana", que todas cuantas mujeres están aquí, son locas
-- No suponerlo, asegurarlo
-- Naturalmente. Hasta la ladrona de doce años que me enseñó antes y de las niñas imbéciles que vimos
La superiora me mira y sonríe
-- Si, señor, -- agrega
Proseguimos nuestra visita. Entramos en una sala inmensamente larga. Camas a uno y otro lado, limpias, muy limpias
-- ¿Cuántas enfermas hay ? -- preguntamos
-- Mil ciento setenta
-- ¿Hay más locas que locos?
-- En los manicomios de San Baudilio, si.
-- ¿Y cuántas " hermanas " ?
-- Noventa
-- ¿Sin sirvientas?
-- Nos lo hacemos todo nosotras
-- ¿No les ayuda ningún criado?
-- Aquí no hay criados
-- ¿Y si tienen necesidad de sujetar a enfermas víctimas de algún ataque?
-- Nosotras nos bastamos
-- Estoy por admirarlas
-- Tenemos mucho trabajo y sufrimos muchas veces las consecuencias de ataques agudos de locura
-- Pero recurrirán ustedes en ocasiones a la camisa de fuerza
-- Si, señor
-- Y atarán a las locas a las camas
-- También
-- Si, claro, la seguridad personal ante todo. Entre las mujeres, ¿Qué causa más estragos?.
-- El alcohol
-- ¿Y la cocaína y la morfina?
-- También causa víctimas, pero las alcohólicas, y me refiero a las enfermas de la casa, figuran en gran escala
-- ¿Tienen aisladas muchas histéricas?
-- Si. El histerismo es una verdadera epidemia.
Penetramos en el departamento de observación.
En las camas, algunas mujeres, dos de ellas jóvenes. Nos miran con curiosidad.
-- Aquella mujer rubia hace poco que entró, ¿verdad?
-- Si. Dos semanas. Está en observación. ¿La conoce usted? -- me pregunta la monja
-- No
-- ¿Cómo sabe que es un ingreso?
-- Por el tinte de sus cabellos
La monja ríe. Nos parece prudente dar por acabada la visita, y así se lo insinuamos a la superiora.
Antes de salir a la calle, pasamos por otra sala donde hay una niña suavemente amarrada por un pie a la pata de un banco, y en una cuna una niña de nueve años, atacada de imbecilidad y raquitismo.
Hemos visto bastante, está herida nuestra retina por el espectáculo anterior, al que contemplamos y creemos haber recogido suficientes notas del manicomio de las mujeres, para dar a los lectores de EL ESCÁNDALO una impresión de todo el horror y toda la miseria que encierran los manicomios de San Baudilio de Llobregat.
ANTONIO AMADOR
ESTE NÚMERO HA PASADO
POR LA PREVIA
CENSURA GUBERNATIVA "
e
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