lunes, 16 de mayo de 2016

" LA NOVIA DEL SOL ", ARTÍCULO DEL DR. ANTONIO PUJADAS, DIRECTOR DEL "INSTITUTO MANICÓMICO DE SAN BAUDILIO DE LLOBREGAT", DONDE ESTUVO INGRESADA LA PACIENTE. ( JULIO DE 1865)

,
" LA SOBERANÍA NACIONAL" PUBLICÓ ÍNTEGRAMENTE EL ARTÍCULO DEL DR. PUJADAS,  APARECIDO POCO ANTES  EN  " LA RAZÓN DE LA SINRAZÓN"

Mi agradecimiento al Dr. Oscar Martínez Azumendi, por la gentileza de facilitarme  estas interesantísimas páginas.

Me limito a reproducir el texto del Dr. Antonio Pujadas y Mayans, fundador, propietario y director del "Instituto Manicómico de San Baudilio de Llobregat", en julio de 1865. Comprobará el lector que la parte final es distinta a la publicada 18 años más tarde en "La Vanguardia", que he copiado en post colgado en este mismo blog, con fecha 22 de marzo de 2009 ( http://jovencam.blogspot.com.es/2009/03/la-novia-del-sol-o-del-manicomio-de-san.html)

" De nuestro apreciable colega La Razon de la sinrazon, periódico radactado por los señores pensionistas del manicomio de San Baudilio del Llobregat, tomamos el siguiente artículo , que juzgamos verán con gusto nuestros lectores.

CASO PRÁCTICO

LA NOVIA DEL SOL

En el manicomio de San Baudilio del Llobregat se recibió para su curación, cinco años hace, una señora cuya manía era singularísima.

Se creía ser la novia del sol.

Se trata de una enferma joven, de fisonomía simpática, de semblante risueño y maneras atractivas.

Decía que el sol y ella se habían dado palabra de matrimonio en un hermoso día de otoño, en el que su resplandeciente disco se cubrió con un manto de  caprichosas nubes, con objeto sin duda de impedir la emoción repentina de su amada. Después de este día se creyó la enferma que pertenecía al sol y que este  era su propiedad. Había sentido sobre el dorso de su blanca mano el beso abrasador del que creía su esposo, y desde entonces sólo vivía para él. El sol era su júbilo y su gloria, y se creía dichosa. ¡Pobre mujer!. Se levantaba en el mismo momento en que su risueño amante  esparcía por la atmósfera desde el cielo  sus primeros rayos; su mirada estaba fija  en su esposo, mientras ascendía  sobre el horizonte, y le saludaba como el pájaro le saluda con sus trinos, como el río con sus murmullos y como la rosa con sus perfumes.

Cuando más la naturaleza esparcía  en todo su esplendor, más sereno estaba el cielo, más risueña parecía la creación a la salida  del sol, la pobre loca era  más y más feliz. ¿Por ventura  no era su esposo divino  el que esparcía la luz y el calor por todas partes?. ¿No era el mismo que representaba al rey del mundo?. ¿Acaso la pobre enferma no había pasado toda una noche  de delirio en los brazos de su esposo, el vivificador de la creación divina?. El espíritu del mundo  era el espíritu de la pobre loca. El que es el alma del mundo era también su alma. 

De esta manera, en medio de un éxtasis perpétuo, casi divinizado, seguía la pobre enferma cada paso del sol, recogía cada uno de los átomos de sus rayos, y cuanto más el sol ascendía  sobre el firmamento, más y más aumentaba su poético  entusiasmo. Apenas podían los directores del Manicomio  lograr de la enferma el que invirtiera  el tiempo necesario para sus comidas. Tan grande era su obcecada  pasión celeste , que para lograr que tomase el alimento necesario, era preciso decirla que su divino consorte  había calentado aquellos manjares, fructificando el trigo para el pan y madurando los fruto, sólo de esta manera se creía la pobre loca  con el derecho de sentarse á la mesa, cuyos manjares  el sol había de antemano  fructificado en sus diurnos viajes. Cuando se desayunaba, adoraba el sol, vertiendo en honor suyo  unas gotas de la leche que tomaba, como un presente de holocausto.

A la caída de la tarde, cuando los rayos luminosos iban á ocultarse bajo del horizonte , la tierna esposa del sol quedaba inquieta , tanto como puede quedarlo la pobre mujer  del pescador de ballena, cuyo marido se ausenta  por algunos meses, y cuya inquietud crece con el rugido de las olas.

¿Qué será de mi esposo ? decía la loca. ¿Si le sucederá  alguna desgracia  en su camino? ¡Gran Dios!. Poco á poco el sol desaparecía  cediendo su lugar á la noche . Entonces la enferma cruzaba sus manos sobre su pecho, y con un tono misterioso y suave decía al esposo: ¡Espérame! ¡espérame!. Y caminaba precipitadamente  á su habitación, porque no quería hacer esperar al sol. 

¡Locura singular y feliz!. ¡Amable delirio!. ¡Creerse  con el alma relacionada con el cielo por un rayo de sol!. ¡No conocer  otra pasión más que un cielo sereno!. No tener otro temor que el de las nubes que suelen cubrir el astro del día!. En una palabra, ¡ser dichosa cada vez que la naturaleza lo es!. Abrir su alma al suave calor como lo hace la tierra y recibir su benéfica influencia, cantar á media voz un cántico á su amor y no tener celos de otra cosa sino de las flores del campo; tal fue la vida de esta pobre loca durante diez y ocho meses que estuvo en el Manicomio.

Esto no quiere decir que nuestra enferma dejára de tener de vez en cuando sus contrariedades, que sentía y apreciaba en su justo valor, como si hubiera estado en completa razón, porque apenas llegaba el invierno y veía en la fisonomía del sol que su esposo iba palideciendo como temblando sobre la escarcha helada y la blanca nieve, se ponía triste  y meditabunda, como si fuera un joven tierno y herido por el amor.

Al instante mismo que observaba esta inmensa gloria oscurecerse por espesas nubes, como sucede a los grandes hombres de la tierra cuya envidia  oscurece su gloria, entonces la desgraciada loca se constituía en la más triste  de las criaturas humanas, sin reposo, sin la sonrisa asomar á sus labios, sin oírsele el menor canto, sin regocijo en su alma. ¡Quién no ve á su esposo débil, y que tembloroso desde lo alto, descansa su fatigada cabeza sobre la cúspide de las montañas cubiertas de hielo!. ¡Cuán  largos y pesados parecían  los días de invierno  á nuestra triste enagenada!. Los pasaba en medio de un sufrimiento real é increíble; era una verdadera enfermedad de amor como la experimentan de siglo en siglo las compañeras privilegiadas de muchos grandes hombres desgraciados.

Cuanto más su objeto amado era deslumbrador y se levantaba majestuoso sobre la tierra, tanto más impaciente se resignaba  a la desgracia de haberle visto humillado, oscurecido, tembloroso, casi desconocido y cautivo. Todo esto se asemejaba al dolor de la madre del grande Emperador cuando vió a su hijo encadenado en una peña en medio del mar. Pero el dolor de esta  noble madre, que hemos visto espiar en medio de las ruínas de la antigua Roma, fué diferente, porque fué un dolor eterno: su astro caído no debía levantarse jamás.

El sol es más afortunado: su derrota es pasajera, fácilmente atraviesa las más espesas nubes, es vencedor y reaparece. Aquí está. El sol tiene dos veces sus cien días cada año; hablamos del sol de España. Así era que cuando  en la primavera  la pobre loca del Llobregat hallaba á su esposo  tal como le había dejado en el mes de Mayo, cuando le vía más resplandeciente  que nunca y todas las hojas de los árboles brillando á su vista  como la chispa debajo del martillo del herrero; entonces el suave goce renacía  en el corazón de nuestra pobre enferma; entonces era cuando ella dejaba el luto, se engalanaba con su traje más elegante y cantaba sus más dulces himnos. "¡Regocijaos sobre el cielo y la tierra, regocijaos, decía, vosotros los astros del firmamento y las olas del mar!. Vosotros los ángeles del cielo y los hombres de la tierra, regocijaos!. Mi esposo, el sol estaba enfermo, ya está curado, estaba ausente, ya está de vuelta". En efecto, la naturaleza entera obedecía entonces á la pobre loca y se regocijaba ; el esposo había regresado.

Esta bienaventurada locura duró dos años antes que pudiese curarse. Al ingresar en el Manicomio  hacía seis meses que la sufría.

¡La enferma era tan dichosa, que curarla  de su dicha casi parecía un crimen!. Tres años han transcurrido  desde que la esposa del sol se halla, sin embargo, curada. Su repentino restablecimiento fué tan tierno como todo el curso de su enfermedad. Se verificó en un hermoso día. El sol estaba en su zenit, su calor era suave  y benéfico, esparcía sobre la tierra y sobre su amante  los más puros y radiantes rayos.  La esposa del sol, sentada sobre la verde yerba, debajo de una copuda acacia, estudiaba el curso  de su augusto esposo en el cielo. Jamás el corazón de nuestrta desquiciada se había hallado tan saturado de amor, jamás su mirada había sido tan tierna y penetrante. Nunca jamás  su ensueño ó  ilusión  se encontró tan cerca de la realidad. Parecía que estaba en completa comunicación  con el astro del día ; jamás había tenido para él  una mirada tan penetrante, así como tampoco el sol parecía haberla tenido por ella.

Febo marchaba  lentamente paseando  sus rayos sobre el campo azul de lo infinito, sin duda para tener tiempo suficiente de ver á su su esposa  arrodillada adorándole, pero ¡oh cielo! de improviso  este vivificador  poderoso de la naturaleza se detiene y se perturba y desaparece de repente , no como de costumbre, por grados, en el límite del horizonte, después de haber sacudido  el brillante polvo de su ropaje inmenso, sino ocultándose  súbitamente, escondiendo  sus cabellos de oro y haciéndose invisible á  todos los mortales. ¿En dónde está?  

¡Si, si, exclamó la loca; mi esposo se halla en casa de mi rival!. ¡Si, me es infiel!. ¡Si, vedlo allí  que ha desaparecido durante el día  y ya no vendrá durante la noche!. Como nuestra enagenada  sólo vivía para poder ver el sol en su carrera diurna, para esperarlo durante la noche, y saludarlo á la aurora, así como para cantarle  en la primavera, admirarle en verano, bendecirle en otoño, llorarle en invierno y amarle en todas las estaciones, la pobre loca, al ver que desaparecía  súbita y bruscamente, sin saber á dónde había ido, ni menos si volvería , su imaginación se exaltó hasta el infinito, y entonces fué más dichosa de improviso, verificándose una especie de metamórfosis  en sus sentidos, efecto sin duda de la fuerte emoción que experimentaba  de desesperación  celosa, y repentinamente quedó curada. 

Todo esto pasaba durante el eclipse total de julio de 1860, de tal suerte , que al terminarse la interposición de los astros, terminó la enfemedad. ¿Tendría por ventura, alguna influencia física en aquel cerebro el acontecimiento celeste que acababa de verificarse?. Estamos por la afirmativa , porque apenas había transcurrido un segundo desde que el sol se había separado de su inocente conjunción lunar  y proseguía tranquilo su carrera, cuando aquella especie de drama que había durado dos años, quedó terminado. Y el inmortal esposo, poco antes objeto de una violenta alucinación amorosa, iluminó ya con sus rayos á la que le adoraba, completamente restablecida en sus facultades mentales, dejando de ser el esposo idolatrado , para constituirse únicamente en lo que es para todos los mortales.


                                                       Pujadas. " (1)

(1) LA SOBERANÍA NACIONAL . LECTURAS DEL HOGAR. SEMANARIO. Madrid, Domingo, 23 de julio de 1865. Número 210. Páginas 7 y 8. 

 

2 comentarios:

Oscar Martínez Azumendi dijo...

Nada que agradecer, Joan.
Si hay dos cosas que tenemos que agradecer a Internet son: la accesibilidad del conocimiento que nos permite, así como el espíritu de colaboración que favorece, para entre todos seguir profundizando en nuestras aficiones.

Un cordial saludo y muchas gracias por el blog, del que yo ¡también me aprovecho!

Joan Vendrell i Campmany dijo...

Ya sabe Vd., Dr. Martínez Azumendi que , precisamente por estas mismas razones, quedo a la recíproca.

Muy cordialmente.